Un beso suave y muy lento, sus labios exploraban los míos
disfrutando cada momento, su brazo derecho me tenía firmemente sujetada a su
cuerpo desde la cintura, mientras con la mano izquierda recogía un poco mi
cabello detrás de la oreja de forma muy tierna. El beso duró unos cuantos segundos,
pero era de esos donde se transmite todo lo que sientes por la
otra persona, era de esos besos que te quitan la inseguridad, era de esos
besos que dicen lo que las palabras nunca podrán.
- ¿Vives sola? – Justo después de tomar algo de aire le preguntó, aunque esté
un poco fuera de contexto.
- ¿Te doy un bonito beso y tú me cambias el tema de esa forma? – Su carita casi me convence de que estaba herida.
- Es sólo que, siempre creí que vivías con tu familia o algo así, pero estamos en medio de la sala besándonos, ¿No podría llegar alguien? – Ni me imagino la escena. - ¿Sabes que te preocupas mucho? Sí, vivo con mi familia. Pero han salido de viaje y tengo la casa para mí sola por un par de días. – Me dijo con una sonrisa mientras delineaba mi rostro con su dedo índice.
- ¿Entonces siempre traes señoritas para besarlas en el sofá cuando tienes la casa para ti sola? – Mi tono, es algo juguetón, aunque si me responde que sí, tal vez se me borre la sonrisa de la cara.
- Podría preguntarte lo mismo a ti luego de que pasé la noche en tu casa.
– Ash, no es justo, no había energía, ¿Se supone que debo dejar que la mujer más bonita de todas ande por la calle en esa oscuridad?
- Nadie más se ha quedado en mi casa. Sólo tú. – Algunas veces han venido mis padres a visitarme, por separado. Claro, pero eso no cuenta.
- Eso también responde tu pregunta. – Froté un poco mi mejilla en su hombro. Me acerqué de nuevo y como respuesta le devolví el beso. Desde aquella noche en ese baño, supe que me volvería adicta a sus labios, porque mientras la besaba todo se sentía diferente, todo se sentía perfecto, aunque el corazón me latiera a mil por hora, aunque sus manos rozando mi piel me hicieran sentir necesitada de ella.
- ¿Ves? Esto es mucho mejor que hacerme preguntas fuera de lugar. – Me dio un beso en la nariz y empezó a levantarse del sofá mientras apagaba el televisor.
- Pero yo estaba muy cómoda. – Más que una queja, era un pequeño berrinche.
- Ven, preciosa ¿No quieres conocer mi habitación? – Acabo de darme cuenta que cada vez que me llame así, quedaré encantada.
- Sólo por eso, dejaré de quejarme. – Ella me tomó de la mano y muy animada me hizo subir dos pisos. Cuando finalmente entramos, empecé a mirar todo de un lado a otro mientras me sonreía, el lugar era acogedor y ella estaba plasmada en cada cosa, su perfume se sentía en la habitación y ahora sabía muchas de las cosas que le gustaban. – Me gusta tu cama. – Le dije sin pensar.
- ¿Qué clase de propuesta es esa, señorita? – Mis mejillas se pintaron de rojo mientras ella se sonreía aún más, mis palabras habían sido de lo más inocentes, pero ahora, que ella le había dado ese doble sentido no podía dejar de pensar en ello, en cuantas veces fantaseé en mi cama con que ella me tocara, con que me hiciera el amor, sobre cuanto lo deseaba, especialmente ahora. Una habitación, una cama, ella y yo a solas, y esa sonrisa sexy en su cara.
- Yo… No quise darte a entender eso. – Mi voz era muy suave, casi un susurro y no podía mirarle a los ojos. Ella cambió su expresión pícara por una más tierna y me abrazo a su pecho.
- Es una broma, corazón. No haremos nada que tú no quieras. - ¿Por qué me decía eso? Quiero decir, no me da miedo, entregarme a ella en cuerpo y alma, sólo no puedo hacerle frente, sólo no sé como expresarme.
- Tú no entiendes, nunca dije que no quisiera. – Ahora ella me miraba sorprendida, como si no encontrará el significado detrás de mis palabras.
- No tienes que hacer esto… - Pero yo simplemente cruce mis manos en su nuca y la atraje hacía mí hasta que nuestros labios se unieron, primero lento, luego profundo, me tomó de la cintura y se sentó en la cama haciendo que me acomodará sobre sus piernas. Cuando recuperó el aliento, volvió hablar. – Podemos ir despacio. – Pero sus ojos estaban puestos en mis labios y sus manos se deslizaban lentamente desde mis rodillas hacia arriba.
- Sí. – No pude decir nada más porque de nuevo me besaba apasionadamente mientras sus manos buscaban los botones de mi camisa, uno a uno los fue soltando. Ahora su piel estaba en contacto directo con mi piel haciendo que me estremeciera. Finalmente se deshizo de la camisa y giró de tal forma que ahora estaba recostada en la cama con ella sobre mí. – Pensé que iríamos despacio. – Pero no quería que se alejara, no quería que se detuviera.
- Bueno, iremos a nuestro propio ritmo. – Se levantó y casi protesto, pero sólo apagó la luz y después de eso se quitó su chaqueta y camisa.
- Mi ritmo dice que quiere volver a como estábamos. – Aún a través de la oscuridad vi su sonrisa antes de ponerse de nuevo sobre mí y empezar a besar mi cuello, el simple contacto me hizo estremecer al punto de arquear un poco la espalda, se sentía ardiente pero placentero, además de que sus besos y pequeñas mordidas me hacían abrazarme a ella pidiendo un poco más. Volvió a besarme mientras sus manos se deslizaban por mis hombros hasta llegar al broche del bra, lo soltó y lo fue sacando, durante el proceso rozando toda mi espalda y un poco mis pechos. Mis pezones ya estaban duros por las caricias recibidas hasta ahora, aunque mi mente sólo pensaba en el momento en que quitara su bra y sus pechos entraran en contacto con los míos. Pero su plan era completamente diferente, así que sus labios fueron bajando poco a poco, empezando por el lóbulo de mi oreja.
- Eres muy hermosa. - Su tono era tan sugestivo que simplemente no supe que decir, luego, depositó allí un beso suave. Siguió bajando por mi cuello dejando un rastro de besos húmedos hasta llegar a mis pechos, se sentó sobre mis caderas tomando cada pecho con una mano y acariándolos con los pulgares. Era una sensación completamente diferente a todo lo que hubiera imaginado, se sentía muy bien y sólo quería que aquello continuara. Mordía mi labio inferior mientras entrecerraba un poco los ojos, ella me veía, complacida y sonriente por lo que podía lograr, pero no le fue suficiente, de nuevo sentí sus labios, esta vez sobre mis pecho izquierdo, succionando lentamente mientras su mano seguía sobre el otro, mi pulso aumentó tanto como lo hacía el placer que sentía; mis gemidos se empezaban hacer presentes, al igual que la falta de aire.
Cuando consideró que mi pezón estaba lo suficientemente endurecido, siguió con el otro, pasando primero por el valle entre mis pechos abandonando unos cuantos besos dulces.
Todo lo hacía de forma lenta, disfrutando cada momento, cada parte de mi piel, cada gemido que obtenía, era justo como yo había pensado, fuerte pero delicada, tierna y la vez pasional.
También había que resaltar lo efectivas que eran sus caricias, al sur, sentía la humedad entre mis piernas a causa de las atenciones recibidas, a causa de que era ella y sólo ella quien estaba sobre mí, haciéndome suya. Volvió a mis labios en un beso lento pero profundo, de nuevo fue hacía el mismo tema.
- Aún podemos parar. - No estaba segura de porque se esforzaba en decir aquello.
- ¿En serio puedes? - Mi voz sonaba agitada. - Yo no. - Y finalmente envolví su cuerpo entre mis brazos para deshacerme de su odioso bra, que por cierto le quedaba muy bien. Pero las cosas fueron aún mejores con nuestros pechos entraron en contacto, arqueé la espalda acercándonos un poco más y ella dejó escapar un pequeño jadeo, música para mis oídos.
La besé y ella empezó a recorrer lentamente mis costados hasta llegar a la cintura, buscó el botón de mi pantalón y lo abrió al igual que el cierre, noté que me gustaba como ella hacía sonar los cierres. Nos separamos y con aliento escaso me pidió subir la cadera, quitó el pantalón y luego mi ropa interior. A pesar de encontrarme completamente desnuda ante sus ojos, no me sentía apenada, más bien, su mirada tan atenta a mi cuerpo me gustaba muchísimo, su forma de verme me hacía sentirme, especial, única y sensual. Se recostó a un lado de la cama y con su índice recorrió mi cuerpo desde la nariz, bajando por el centro del cuello, el valle entre mis pechos, el ombligo y finalmente el monte de venus.
Allí con toda la palma de la mano acariciaba suavemente, sus dedos deslizaban un poco, colándose hasta llegar al clítoris.
- Abre un poco las piernas, mi amor. - Me dijo al oído mordisqueando un poco mi oreja. Hice lo que me pidió sin pensármelo siquiera, la verdad es que deseaba ese contacto, un mayor estímulo. Inició con círculos concéntricos, aumentando la intensidad de a poco, los gemidos se escapaban y empezaban a convertirse en jadeos, además ella se entretenía mordisqueando mi cuello dejándome en un estado de completa sumisión. Pero en determinado momento, cuando más necesitaba que continuará se detuvo, la miré con suplica y ella sólo empezó a bajar con sus labios hasta llegar al lugar en que debía estar, besó mis muslos, lamiendo también los fluidos, producto de todas sus atenciones, lamió cada rincón, hasta que su lengua tocó el punto más sensible, mi clítoris, me hizo retorcerme de placer, apenas balbuceando su nombre, pidiéndole un poco más. Y así, lamiendo y succionando de tanto en tanto, me hizo llegar al clímax con un gran gemido.
Luego, sólo se recostó a mi lado, poniendo mi cabello revuelto detrás de la oreja y dándome besitos suaves y cariñosos en las mejillas y en mis labios. Yo aún intentaba restablecer mi respiración, me faltaba el aliento y sentía que el corazón se me salía del pecho. Poco a poco me fui acomodando en su hombro, abrazándome a su cuello, mientras ella pasaba sus manos por mi cintura y ajustaba el abrazo.
- Tengo algo que decirte. - Muy importante, por cierto. Ella se me quedó viendo con mucha expectativa. - No me gusta tu pantalón. - ¡Impagable su expresión! Bueno, no es como si pudiera decir mucho con la cabeza caliente.
- ¿Por... Qué? - Su ceja levantada decía: 'Tengo muy buen gusto, además eso que importa ahora’.
- Porque lo traes encima y me gusta más como se siente tu piel. - Creo que le causé ternura o algo así porque me vio muy bonito, aunque duró poco, pronto su expresión cambió a una de picardía.
- Quítamelo. - ¡Alerta! Hormonas alborotadas, de nuevo.
La besé suave mientras mis manos se disponían a dicha labor, abriendo el botón y el cierre del mismo, sacarlo fue relativamente sencillo, era holgado. Pero aún faltaba su ropa interior y decidí que esa era mi mejor oportunidad de deshacerme de eso, de tenerla a mi completa disposición, así que simplemente lo hice, la quité sin que ella presentara ninguna objeción.
- Yo también tengo algo que decirte. – Se acercó hasta quedar junto a mi oído y empezó a susurrar. - Sobre lo de hace un rato. - ¿Habla de? Uhm ¿Habla de cuando hacíamos el amor, verdad? ¿Hice algo mal? – Eres deliciosa. – Sonrojo al cien porciento, hormonas alborotadas al mil porciento.
Me volteé y la besé profundamente sin ningún recato, nuestros cuerpos se fueron acoplando, su pierna derecha entre las mías empezaba a ejercer presión en medio haciendo que la zona se humedeciera de nuevo.
- ¿No te fue suficiente? – No, no lo fue, y creo que para ti tampoco.
- Nunca será suficiente de ti. – De nuevo nuestros labios se unieron, ella se fue acomodando entre mis piernas y sentí una fuerte corriente de electricidad recorrer toda mi espalda cuando su clítoris se unió con el mío, frotándose uno con el otro de acuerdo al movimiento que ella imponía con su cuerpo, mis manos rodearon su cuello apenas sosteniéndome, mientras ella se sostenía del colchón, sus jadeos se escuchaban justo al lado de mi oído haciendo que me excitará aún más.
Llegué a mi segundo orgasmo de la noche al tiempo que ella, con un gemido inteligible que intentaba mencionar su nombre, que intentaba decir ‘te amo’. Debo admitir que las cosas no fueron nada como yo alguna vez las imaginé, y no habló en sí de la práctica, sino de la forma en cómo se sentían, todo era completamente diferente, todo era mejor, porque era real, no era sólo un sueño.
La abracé fuerte para que se quedara donde estaba después de que terminamos, me gustaba su peso sobre mí, me gustaba sentirla cerca después de hacer el amor, pensar que nuestros cuerpos se hacían uno. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Han pasado dos meses y medio desde que estamos juntas, desde aquella vez en que con sus mejillas algo sonrojadas, me pidió ser su novia ¿Cómo podía decirle que no a esa mujer?
Si me trae loca desde hace tanto tiempo.
¿Todo ha sido perfecto? No, claro que no. Algunas veces no nos hemos entendido, otras más hemos chocado, pero ha sido maravilloso y me siento feliz y completa con ella. Aunque ahora las cosas no están a nuestro favor. Ni siquiera sé como voy a decirle lo que tengo que decirle, hace dos días lo traigo entre pecho y espalda, pero cuando veo sus ojos me acobardo, tengo miedo de como pueda reaccionar.
Intento ser razonable, entre más días pasen va ser peor, por eso, de hoy no puede pasar.
- De nuevo estás con la cabeza en otro lado ¿Qué pasa, amor? – Me ha tomado desprevenida y estoy más descolocada de lo que debería, pero se lo tengo que decir, es la oportunidad perfecta.
Hoy es un bonito día, un domingo soleado. Estamos en mi apartamento, pues ella se ha quedado conmigo anoche, como me gustaría compartir todos los días el despertar con ella.
La tomó de la mano y la llevó al sofá de la sala, me quedó viéndola fijamente sin saber por donde comenzar.
- ¿Piensas dejarme, es eso? – Me lo pregunta con tanta tranquilidad, que por un momento realmente creo que no le importaría del todo.
- Me han dado una noticia en la oficina. – Intentó pensar muy bien en lo siguiente que voy a decir. – El proyecto al que estaba asignada será entregado muy pronto. - Vale, no he dicho nada.
- ¿Y eso qué quiere decir? - Si las miradas mataran esta mujer ya hubiera acabado conmigo. - Me van a remitir a mi sede inicial. - Sigo sin poder decir las cosas claramente ¡Idiota!
- ¿Por qué? - Su tono baja un poco y justo ahora parece un cachorrito abandonado.
- Hace unos cuantos meses me ofrecieron estar en el nuevo proyecto que iniciarán aquí, pero yo no acepté. - Debí aceptar. Su ceja levantada me indica que debo explicarme correctamente. - Sabes que éste no es mi país, no tengo nada ni nadie aquí.
- ¿Nadie? - ¡Oh mierda! La saque del estadio.
- Lo que quiero decir, es que mi familia no está aquí, tampoco tengo muchos amigos por estos lares. - Nada, eso que dije no arregla nada.
- Ya. - Ni siquiera me mira, como si yo no lo mereciera o algo por el estilo. - Eso suena menos peor, ingeniera. - Ouch ¿Qué paso con el 'mi amor'?
- ¡Eso fue hace 6 meses! ¡¿Sabes cuántas esperanzas tenía contigo?! Ninguna. Desde que te vi quedé encantada, pero luego de mucho tiempo y pensé que no pasaría de algo platónico. Tú nunca demostraste mayor interés en mí. - No me veas así.
- Tonta, hay que ser ciego para no darse cuenta la forma como te miraba cuando te asomabas por esta ventana ¡Y dices que no me fijaba en ti! - ¡Pero si ni me mirabas! - ¿Cuándo? - Volvió a su tono serio.
- En una semana. - No me gustó el cambio de tema, ni su mirada de nuevo fría.
- Vale. - Se levantó con el propósito de irse, apenas y pude reaccionar justo a tiempo para abrazarme a su espalda cuando tenía ya la mano en el pomo de la puerta. - Suéltame. - Su voz se hizo más fuerte y más que una petición era una orden.
- No quiero. - Le dije con mi tono de niñita malcriada y caprichosa.
- ¿Y? Yo no quiero que te vayas pero igual lo harás ¿No? – Su tono frío cojeó. – ¡Cómo no tienes nadie por quien quedarte aquí! – No es así.
- No lo pongas así, bonita. – Anda, deja de intentar irte.
- No hay otra forma de ponerlo. – Dijo ahora un poco más relajada, tal vez empezando a disfrutar el abrazo.
- No porque yo me vaya nuestra relación tiene que terminar. – Le dije a pesar de cuanto había sopesado la posibilidad.
- ¿En serio lo crees? – Ella tenía razón, no podía mentirme a mí misma.
- Vale, pero puedes venir conmigo. – Esa era secretamente mi mayor esperanza, convencerla de irse conmigo.
- Sabes que no es tan fácil que ejerza en otro país. Tú en cambio… - Hizo una pausa para tomar algo de aire y valor. – Puedes hacerlo en cualquier parte. – Estoy aquí ¿No?
- ¡Qué conveniente para usted, abogada! – Mi tono era más juguetón que cualquier otra cosa.
- Es la verdad. – Eso también lo pensé, bonita.
- ¿Puedes, por favor, soltar el pomo de la puerta? – Dejó caer su mano un poco y luego acarició las mías. - ¿De verdad quieres que me quedé? – Lo acepto, aún lo dudaba, tal vez no fuera del todo importante para ella.
- ¿Por qué crees que hago berrinche? – Su voz de cría siempre funciona, ella logra conseguir todo lo que quiere de mí.
- Vale. Tendré que buscarme un nuevo trabajo. Aquí. – De pronto ella se volteó y me puso de forma algo brusca contra la puerta, me dio un beso corto, donde su lengua profundizó todo lo que quiso en mi boca, pero rápidamente se dirigió a mi cuello dónde mordía sin ningún recato, un dolor muy placentero. - ¿Está es tu forma de convencerme para que me quede? – El placer que sentía me hacía hablar entrecortado. - Debo decir que es poco convencional. – Pero me encanta. – Aunque muy efectiva. – Ni que decirlo.
- ¿Tú crees que necesito convencerte de que te quedes? – Sus labios se acercaron mucho a los míos, pero no recibí ese beso que tanto deseaba, ella estaba ahora ocupada succionando mi cuello, haciéndome una marca, un chupón.
- No. – Cada vez procesaba más lento y hablaba mucho menos. – Creo que está es tu forma de castigarme por si quiera haberlo pensado. – Necesitaba recostarme en la puerta y sostenerme de su cuello, mis piernas ya no daban.
- Exacto. – Pude ver su sonrisa retorcida al observar la marca que había hecho. – Después de todo eres mía. – Finalmente volví a besarla. – Te amo. – Al fin lo dices.
- Y yo a ti. – Aunque eso ya lo sabías, mi amor.
FIN